10 Errores comunes de las madres primerizas
1.- Esterilizar todo hasta que el bebé cumple un año
Una buena higiene en los bebés es fundamental, sobre todo durante las primeras semanas de vida, pero no hay que obsesionarse. Lo que hay que intentar es que sus objetos estén bien limpios para que el bebé entre en contacto con un número determinado de bacterias que le ayuden a desarrollar sus propias defensas, pero no las suficientes como para que le provoquen una infección. Otra cosa son los niños prematuros, con ellos hay que extremar la higiene, sobre todo las primeras semanas de vida.
2.- Abrigarle demasiado
Los recién nacidos tienden a enfriarse, pero si les abrigamos demasiado sudan mucho. Además, se ha comprobado que aumenta el riesgo de asfixia y muerte súbita. Si la temperatura de la casa ronda los 20-22º el niño puede estar vestido con un body y un pelele entero de algodón, que le cubra los pies. Podemos saber si tiene frío si sus manos y pies están fríos o un poco amoratados. En ese caso conviene abrigarle más. Si suda por la parte del cuello y la cabeza, es que tiene calor y le quitaremos algo de ropa.
3.- Mantener toda la casa en silencio cuando duerme de día
Si mamá también aprovecha ese ratito para dormir y descansar, estupendo, pero si no, no es aconsejable hacerlo. Al cumplir el mes y medio, los patrones de sueño del bebé empiezan a relacionar los ciclos de luz-oscuridad y el pequeño está más predispuesto a dormir más tiempo por la noche. Por eso debe percibir la luz del sol y habituarse a los ruidos cotidianos de la casa durante las siestas para saber cuándo es de día. Además, si hay un silencio absoluto cuando el niño duerme, cualquier ruido le sobresaltará. Parar la actividad del resto de la familia durante el sueño del bebé no es bueno ni para el niño, ni para los padres.
4.- Bañarle todos los días
Los pediatras aseguran que con bañar a los bebés dos o tres veces a la semana es suficiente. Sobre todo en los que sufren dermatitis atópica, puesto que el manto graso de la piel se altera con el baño y pueden empeorar los síntomas. Si después de cada cambio de pañal limpiamos bien el culete del bebé con una esponja y le lavamos las manitas no es necesario usar la bañera a diario, y menos usar jabón (aunque sea muy suave) salvo que al pequeño le relaje el contacto con el agua calentita para dormir.
5.- Meterlo en nuestra cama cuando no quiere dormir en la cuna
No es recomendable, ya que se corre el riesgo de quedarse dormida con el bebé debajo del cuerpo y aplastarlo o asfixiarlo. Por eso no conviene acostar al bebé en la cama, salvo en alguna circunstancia especial o, por ejemplo, para darle el pecho por las noches.
6.- No dejar que nadie le toque o le coja
El miedo a que alguien enfermo contagie al niño si le besa o le coge en brazos es muy común en todas las madres, sean o no primerizas. Sin embargo, es de sentido común saber que si alguien está enfermo, no debemos llevar cerca de esa persona al pequeño para evitar contagios. También es normal que no queramos que le cojan desconocidos. Si la persona es sensata, no tiene por qué ofenderse.
7.- Cambiarle de pecho antes de que termine
La leche del final es la que más alimenta y sacia porque tiene más grasa que la del principio. Una vez que el bebé ha terminado (se sabe porque el pecho que acaba de soltar está completamente blando) se le pasa al otro pecho. Si el niño es muy pequeño es posible que se sacie enseguida. En ese caso hay que iniciar la siguiente toma por el pecho que no tomó o que tomó en segundo lugar. Para establecer una lactancia adecuada debe mamar y vaciar ambos pechos.
8.- Raparle la cabeza para que le crezca el pelo más fuerte
Los dermatólogos no recomiendan hacerlo, primero porque no es cierto que el pelo crezca más fuerte: crece exactamente igual. En segundo lugar, porque si el bebé es muy pequeño es posible que, al desaparecer el pelo, pierda calor corporal por la cabecita. Las características del pelo del bebé no serán definitivas hasta pasado su primer cumpleaños y dependen de su herencia genética.
9.- Hacer caso solo de la abuela (y pasar del pediatra)
Los tiempos cambian y lo que hace 30 años era ideal para los bebés, hoy ya no se recomienda. Aunque a veces echemos mano de la experiencia y sabiduría de nuestra madre, el pediatra es la persona que más conocimientos tiene sobre lo que es adecuado o no para nuestro hijo. En principio no deberíamos dudar de sus recomendaciones, ni sustituirlas por otras.
10.- Hacerse la fuerte
• Afrontar un parto e inmediatamente después el cuidado de nuestro hijo requiere un enorme esfuerzo físico, mental y emocional. Es normal que existan bajones en los que la madre cree que no puede con todo.
• Tirar para adelante aun cuando no estamos bien por miedo a que piensen que no somos buenas madres no es bueno ni para la madre ni para el niño.
• Admitir nuestras limitaciones, reconocer que estamos cansadas, que el cuidado del bebé nos agobia y nos angustia por la inexperiencia, y sobre todo, ser capaces de pedir ayuda cuando una situación nos desborda, ayuda a superar la situación y no nos hace más débiles. Al contrario, demuestra que somos humanas y sobre todo sensatas.