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1.

La revisión
ginecológica

Mucho se habla y se hablará de la necesidad de acudir regularmente al ginecólogo. Algunas mujeres son absolutamente estrictas con esta consulta, otras meten la cabeza bajo tierra como el avestruz y cruzan los dedos para no tener mal suerte de padecer ningún trastorno ginecológico y enterarse cuando esté demasiado avanzado.

Cada una somos muy dueñas de hacer lo que queramos, pero tendremos que asumir las consecuencias de nuestros actos.

 

La finalidad de la visita al ginecólogo es sobre todo el diagnostico precoz de enfermedades, que pueden ser muy graves, o con importantes consecuencias para la salud reproductiva de la mujer. Realmente no es agradable, pero tampoco es tan terrible como algunas lo pintan.

 

Acuden a la consulta a veces mujeres, sobre todo jóvenes, con miedo atroz al dolor que van a padecer. Sólo es miedo a lo desconocido, y supone a menudo una predisposición que no hace más que complicar las cosas a la paciente y al médico.

 

Como muchas no lo sabéis, dejadme contaros, según mi punto de vista lo que os vais a encontrar cuando acudáis a la consulta de un ginecólogo para una revisión ginecológica rutinaria, sin padecer ningún síntoma.

 

En primer lugar, es importante saber que cualquier mujer que inició sus relaciones sexuales debe acudir anualmente al ginecólogo. Aunque la finalidad principal siempre es el diagnóstico precoz de la patología, además es el lugar más seguro para encontrar información personalizada, veraz y eficaz sobre temas de reproducción.

 

El momento óptimo para la revisión ginecológica es en los días posteriores a la menstruación, y no se debe acudir si estas menstruando, porque la toma citológica no puede

 

Tras la entrevista, donde se recogerán datos sobre tu salud y tus hábitos sexuales (importante no acudir acompañada de alguna persona que no quieres que escuche esta conversación), pasaremos a la “terrorífica” exploración ginecológica.

 

El primer paso es quitarse toda la ropa, y ahí ya empieza una situación que puede resultarte incómoda. Es fácil entender, que las personas, cuando nos despojamos de nuestra vestimenta nos sentimos cuando menos desprotegidos, y si además estamos en un lugar donde no sabemos lo que nos van a hacer además nos sentiremos vulnerables. No hay más remedio que pasarlo. Las exploraciones médicas no se pueden hacer de ninguna forma con la ropa puesta. Pero no le demos más importancia de la que tiene. El profesional que nos atiende debe de comprobar la salud de nuestros órganos genitales. Esa es exactamente su función.

 

Luego viene el momento de colocarse en la mesa de exploración ginecológica. Ese es su nombre, y no otros, bastante negativos con los que se refieren a mi pobre compañera de fatigas…. Eso es tumbada, con las piernas apoyadas en el lugar que nos indique y acercándose, en lo posible al lugar donde se colocará el explorador.

 

La toma de la citología: se trata de obtener células de descamación del cuello uterino. Para ello se arrastra un bastoncillo y un isopo de algodón por el cuello. Simplemente es eso. Por favor, que nadie más me diga que si le va a “arrancar un trozo de carne”. Lo que molesta es la localización del cuello uterino. Para ello es necesario introducir un “especulo” en la vagina, abrirlo, colocar el cuello dentro de él y fijarlo. Y eso si molesta. Pero sólo molesta. No se trata de nada terrorífico, aun que es cierto que en edades de postmenopausia, a veces la sequedad vaginal puede dificultar esta tarea. Sin embargo el gran enemigo es la defensa de la paciente. Si estás relajada y confías en el profesional que tienes delante, lo más probable es que sea un procedimiento muy rápido y a menudo, sólo molesto.

 

Terminada la toma citológica, ya has pasado lo peor. Y no ha sido para tanto. Lo habitual es que ahora sea el momento de la ecografía vaginal. El ginecólogo introduce en la vagina una sonda ecográfica protegida con una funda, similar a un preservativo. Comprobará el estado de tu aparato genital interno. Esto también es habitualmente un proceso rápido, puesto que este tipo de sondas nos dan una imagen rápida y habitualmente nítida. Nada que ver con aquella antiguas exploraciones en que había que ir con la vejiga llena de orina para poder ver el aparato genital a través del abdomen de la mujer.

 

Quedará después la exploración mamaria. El ginecólogo palpa las mamas de la mujer en busca de formaciones nodulares, y debe indicarte como hacerte tu misma la exploración mensual.

 

Y ya está. Ya ha terminado.

 

Ya puedes vestirte, y reiniciar de nuevo la conversación donde puedes preguntar todas tus dudas sobre anticoncepción, salud reproductiva, deseo gestacional, molestias o dolores genitales y mamarios. Te informarán de la normalidad o no de la exploración y te derivarán las pruebas complementarias oportunas, que son distintas según tu edad, tus características y tus posibilidades y deseos reproductivos.

 

Una vez terminada la visita, ya en la calle, te pediría que por favor no alarmes a otras mujeres de forma innecesaria. No conviene exagerar al contar las experiencias propias, porque así se van creando opiniones que pasan de boca en boca aportando cada una un poquito más de exageración, y eso es lo que contribuye a que otras mujeres no hagan sus revisiones o acudan con miedo.

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